martes, 4 de junio de 2013

2.4. El travestismo en la ciencia: clásicos y nuevas perspectivas (Revisión Histórica del Travestismo)


 
Diversa ha sido la relación a la sexualidad a lo largo de la historia, surgiendo variados discursos en torno a ésta. Michael Foucault, en su libro Historia de la sexualidad (1998), realiza una acabado análisis con relación a los discursos y empoderamientos en torno a ésta, a través de los cuales es posible comprender la construcción de significados y lugares que han ocupado las llamadas sexualidades periféricas, siendo posible establecer respecto de ellas cierta cronología.

Respecto de éstas, Foucault (1998) señala que  durante varios siglos fue posible apreciar una relación abierta y franca hacia la sexualidad, con una tolerante familiaridad con lo ilícito. Las transgresiones eran visibles y las anatomías se exhibían.

Sin embargo, durante el transcurso del siglo XVII y más marcadamente en el siglo XVIII se inician las llamadas “noches monótonas de la burguesía victoriana”, en donde la única sexualidad reconocida pasó a ser la sexualidad utilitaria y fecunda, la sexualidad reproductora. Surgen entonces las sexualidades periféricas, dentro de las cuales se encontraban todas aquellas que quedaban por fuera de los márgenes  de la sexualidad reproductora, sexualidad considerada como legítima. Aquello que no participara de los ordenamientos  establecidos por esta sexualidad carecía de sitio y ley, “tampoco poseía verbo y se encontraba a la vez expulsado, negado y reducido al silencio”. (Foucault, M., 1998, p.10)

En el transcurso del siglo XIX, las sexualidades periféricas fueron agrupadas bajo el concepto de inversión, denominación tributaria de la medicina. Sin embargo, antes que esta ciencia irrumpiera en el discurso sobre la sexualidad, quienes tenían la tarea de velar por la correcta forma de los comportamientos sexuales era la iglesia, castigando por una parte todas aquellas prácticas que no condujeran a la procreación, dentro de las cuales se encontraba toda relación entre personas de un mismo sexo, y por otra el travestismo, el que implicaba que una persona ocupara ropas del sexo opuesto y se comportara como tal.

La iglesia, hacia la segunda mitad del siglo XIX, va cediendo su poder fiscalizador a la medicina, ciencia encargada de determinar en casos en los que existía ambigüedad física el sexo de los sujetos, sexo al que éstos debían adscribirse en el transcurso de su vida, siendo castigada con muerte cualquier desobediencia a esta inscripción.

Con el tiempo, el campo de acción de los médicos respecto de las inversiones se va ampliando hacia el área legal, en donde participan como peritos del poder judicial, el cual los convoca, según plantea Mercader (1997), para interpretar variaciones particulares respecto del comportamiento sexual, con la finalidad de resolver la interrogante respecto a si correspondía tratar o castigar a estos sujetos. Para poder comprender las diversas realidades a las que se enfrentaban, los médicos comenzaron a establecer categorías que les permitieran organizar éstas. Es así como surge el concepto de inversión, el cual se califica como “desviación, anormalidad, e incluso degeneración” (Mercader, P., 1997, p. 24). Al respecto, Fernández (2004) plantea que los primeros registros que se conocen  de la inversión se encuentran ligados al derecho penal, en donde a los invertidos se les consideraba como  antisociales, antinaturales y eran vinculados al delito.

La misma autora señala que la despenalización de las inversiones sexuales se hace posible hacia finales del siglo XIX, a partir de las propuestas hechas principalmente por sexólogos alemanes como Krafft Ebing, el cual, con su planteamiento del origen de las inversiones, busca llevarlas de la prisión al consultorio, en el entendido de que éstas se encontrarían en el cuerpo o en la mente de los sujetos. Es así como la sexualidad en manos de los médicos se vuelve una materia medicable, conservando como eje ordenador, la sexualidad hegemónica heterosexista.

Con los desarrollos conceptuales generados durante este siglo y principios del siguiente, se rompe además con la denominación unívoca, inversión, que nombraba a diversas realidades sexuales, y  se comienzan a establecer las diferencias existentes entre homosexualidad, travestismo y transexualidad. En este proceso destaca la participación de diversos sexólogos alemanes, uno de ellos es Magnus Hirschfeld, quien es el primero en intentar establecer categorías particulares para cada realidad, atribuyéndose a él, el haber generado el concepto travesti.

 Hirschfeld (1991 citado en Ormeño, M., 2007), señala que este concepto agruparía  a personas de sexo masculino, quienes adoptan de manera permanente las formas culturales, vestimenta y gestos asociados a las mujeres, considerando incluso transformaciones corporales para asemejar sus cuerpos a las formas femeninas, sin que esto signifique modificar sus genitales. El travesti se identificaría con una figura femenina, y su objeto de deseo serían hombres, conformando de este modo un estereotipo cultural heterosexual.

Hirschfeld se encarga además de rebatir ideas fuertemente arraigadas en la disciplina sexológica de la época, una de las ellas propuesta por Krafft Ebing, respecto a considerar al travestismo como una variante de la homosexualidad. Si bien Hirschfeld sugiere para ambas una misma determinación, que se encontraría en variaciones  en las hormonas sexuales, establece definiciones distintas para cada una de ellas. La homosexualidad, aludiría a “…una forma de actividad sexual contraria” (Fernández, 2004, p. 29) en tanto que el travestismo daría cuenta de “….una variante intersexual que podía darse acompañada de diferentes prácticas sexuales” (Fernández, J., 2004, p. 29).

Havelock Ellis por su parte, en 1913, se muestra crítico respecto de los planteamientos de Hirschfeld en torno al travestismo, señalando que éste lo acotaba a un problema de vestido. Ellis, junto con reformular la descripción respecto de los sujetos travestis, propone una nueva denominación para éste, llamándolo eonismo, denominación que tiene como base el apellido de un travestido del siglo XVIII, el Chevalier d’ Eon, diplomático francés que tomó las ropas femeninas para su vida pública y privada. El término descriptivo para el eonismo sería inversión sexo – estética, entendiendo por esta “…aquella que conducía a una persona a sentirse como alguien del sexo opuesto, y a adoptar las tareas, hábitos y vestidos del otro sexo, mientras la dirección del impulso sexual se mantenía normal” (Fernández, J., 2004, p. 30).

La distinción clínica entre travestismo y transexualidad no se produce sino hasta la década del cincuenta, hecho al que contribuyen diversas publicaciones de casos clínicos en donde se relata la experiencia de sujetos que solicitaron la realización de cirugía de reasignación de sexo Si bien el concepto de transexualidad comienza a emerger con anterioridad, en la publicación realizada por D. O. Cauldwell en diciembre de 1949, titulada Psychopathia transexualis, se atribuye a Harry Benjamín el establecer el concepto transexual para referirse a quienes requieren  cambio de sexo. Este autor, con sus elaboraciones, logra aproximarse bastante a lo que hoy se entiende como travestismo y transexualidad, señalando en 1954 que “en el travestismo los órganos sexuales son fuente de placer; en el transexualismo son fuente de disgusto” (Fernández, J., 2004, p. 32).

 Años más tarde, en 1966 en su publicación The Transsexual Phenomenon, presenta el transexualismo bajo la idea de un continuum en el cual se ordenarían tres tipos de transexuales: ““no quirúrgico”, “verdadero de intensidad moderada” y “verdadero de intensidad alta”” (Fernández, J., 2004, p. 32). Respecto de este continuum,  el travestismo sería más acorde a lo que él indica como el transexual “no quirúrgico”, ya que para Benjamín lo otros tipos requerirían cirugía de forma imperativa.

Dave King (1998 citado en Fernández, J.,  2004) manifiesta que en los años siguientes cada vez fueron adquiriendo más fuerza los relatos expuestos por los propios sujetos transexuales. Famoso es el relato de Hans Christine Jorgensen, George (1953), transexual tratado por el equipo del endocrinólogo Christian Hamburger, que se reconoce como uno de los primeros casos en que se combinó tratamiento hormonal con intervención quirúrgica. Por otra parte, el surgimiento de conceptos como rol de género, propuesto en 1955 por John Money, y la posterior elaboración que entrega Robert Stoller en 1964, al plantear el concepto de género, posibilitan la apertura de nuevas perspectivas para el análisis y estudio del transexualismo y travestismo.

Es así como a mediados de la década del ´70, Virginia Price plantea el concepto transgénero, el que como presenta Ormeño (2007), en un inicio agruparía  a aquellas personas que viven bajo un género contrario al sexo que se les asignó al nacer, pero que no recurren a cirugías de reasignación de sexo, definición según la cual aparece como una categoría más cercana a la población travesti. Años más tarde, el concepto es presentado por Price como una categoría más amplia, por cuanto nombraría aaquellas personas que, viviendo en un género diferente del asignado al nacer, recurren o no a cirugías y/u hormonas” (Ormeño, M., 2007, p. 15). Esta nueva elaboración la hace una categoría más abarcativa, la cual incluiría a personas intersexuales, transexuales y travestis, como también a todo aquel o aquella que exprese características de género que no concuerden con las particularidades tradicionalmente asociadas a su sexo, o al que se asume, tanto en dirección de lo femenino, como de lo masculino.  

            Siguiendo propuestas realizadas por Josefina Fernández (2000, citado en Giberti, E., 2001) es posible plantear que lo que caracterizaría a lo transgénero, sería su trascendencia respecto de categorías como varón/mujer, femenino/masculino, hecho que permite que sean agrupados en clases ontológicas, identidades, tareas, roles, prácticas e instituciones divergentes, que desembocan en más que dos tipos de personas, como dos sexos (Varón/mujer) y dos géneros (femenino/masculino).

En el ámbito nacional en tanto, del primer encuentro trans realizado en Valparaíso el año 2005, surge un documento en el que se expone el transgenerismo como una categoría moderna para experiencias y realidades de las que se tiene conocimiento y registro a lo largo de la historia y en diversas culturas. En él, lo transgénero aparece definido como, ““al otro lado”, “a través de”,  socialmente es el traspaso o la transgresión del rol y de la identidad de género asignados para cada sexo; las personas transgénero tuercen y desafían los roles de género sexualmente establecidos por una sociedad que intenta controlar, clasificar y normalizar a las personas según sus características sexuales genitales” (Corporación Chilena de Prevención del SIDA, 2005, p. 13).

No obstante lo anterior, pareciera ser un concepto del cual aún no se han apoderado del todo quienes, por decirlo de alguna manera, intentan ser descritos por él. Un ejemplo de ello es este relato de una dirigente trans de Valparaíso ante la siguiente pregunta:


¿Cuando se habla de transgénero a qué se refieren?
Mira, nosotras antes éramos travestis, pero ahora nos pusieron transgéneros. Yo cuando escuchaba esa palabra me imaginaba a las operadas, las que se cambian de sexo, eso es lo que siempre he dicho, las travestis éramos nosotras. Transformistas son los que se visten en la noche y hacen show no más. Las travestis no, andamos todo el día y estamos llenas (con rellenos). Transgénero es una palabra extraña para mí, nosotras somos travestis. (Comunicación personal, 05 Mayo, 2004)


Si bien se puede apreciar que el concepto ha avanzado lentamente desde el ámbito académico hacia la población a la cual apunta, hoy es posible observar como muchos sujetos que antes se identificaban y se referían respecto de sí mismos como travestis, han adoptado el concepto de transgénero a la hora de definirse, ya que consideran que éste describe de mejor manera lo que a ellos les sucede, esto es, que su sentimiento de pertenencia con relación al género difiere de los ordenamientos establecidos al respecto. La denominación travesti es rechazada en ocasiones, ya que consideran que con ella se haría alusión a un acto transitorio, que se encontraría fundamentado sólo en la apariencia, contrario a lo que ellos experimentan como permanente, una forma de sentir (se) y ser, una identidad, crítica esta última que alude a una visión reduccionista del travestismo, la cual se encuentra en las primeras definiciones respecto del mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario