martes, 4 de junio de 2013

4.1 Infancia



A través de las diversas interacciones sociales que se establecen en la infancia, los niños van aprendiendo las significaciones sociales entre una niña y un niño, asiendo los símbolos de la feminidad y la masculinidad que irán conformando sus respectivas identidades.
Respecto de los relatos de Daniela con relación a su infancia, se podría plantear una distinción en lo que tiene relación con los vínculos que estableció con quienes eran sus pares etarios por una parte, y su grupo familiar por otra, en el contexto de lo que fueron algunas de las primeras expresiones de lo que aparece como una vivencia genérica ajena a los mandatos establecidos para su sexo.
“En el tema de  jugar lo pasaba super bien, desde por decir desde que tengo uso de razón, desde que yo tengo 5 años cachai empecé así como que lo que era el tema de ser hombre o mujer siempre jugaba en el rol de ser el papel de la mamá, de, de ponerse ropa más elegante, de prestarse la ropa, me encantaba ser el tema de, de ser más mujer cachai, nunca puse eso de que yo tenía que ser el papá, nunca use el tema de que yo tenía que ser el papá, yo tenía que ser siempre la mamá o la tía cachai, así como bien…..pero era así super divertido porque igual ahora, al final igual  mis amigos les gustaba porque igual así como que yo les llamaba mucho la atención también porque era muy femenina a como mis hermanos o amigas que tenía, era más femenina…”
 “(…) Pucha igual así como, en el tema de cómo siempre se ha dicho, uno nace no se hace, cachai. Y  yo sentí de que yo nací cachai, nací así como pensando como mina (…)”
“Es que igual pensaba como mina po´h cachai, porque eh…. A ver el tema de que…. el tema de los bailes, el tema de ser muy ordenada, muy limpia y siempre las minas van a ser ordenadas cachai”
En su relato de infancia aparece en primer lugar el juego como instancia positivamente investida y de construcción identitaria. En él se encuentra la posibilidad de la representación de lo que en la adultez será asumido de forma permanente. El “cómo sí” del juego hace viable la expresión de su deseo sin que éste sea reprobado por los otros, ya que aparece como un acto más bien momentáneo y transitorio. El juego se constituye así en un espacio protegido para que Daniela ensaye sus primeros roles de género.
Sin embargo los roles que ella asume son contrarios a aquellos comportamientos que se consideran como apropiados para su sexo, presentando una identificación de género femenina, la que sin embargo, para poder ser expresada en plenitud, requiere de la asistencia de otras que “le presten ropa” para poder aparecer como la mamá o como la tía.
Su identidad la asocia a una especie de naturaleza femenina, dando cuenta de una subjetividad siempre presente (nací así pensando como mina), al señalar “uno nace no se hace” es posible leer, como plantea Facuse (1998), el interés por establecer una continuidad en su identidad de género, que le otorgue seguridad y autoafirmación a su actual discurso sobre sí misma.
En la infancia, el juego se constituye en una herramienta privilegiada para la transmisión de la lógica de género. Por medio de éste se presenta a los niños su lugar dentro de los ordenamientos de género, sus posibles ámbitos de acción y formas de comportamiento, proveyendo de pautas con relación a los cuerpos e identidades femeninas y masculinas.
A través de los juegos los niños establecerán categorías tanto de sí mismos como de los otros en términos identitarios, en este contexto los adultos cercanos al niño irán reforzando o castigando comportamientos o actitudes en concordancia con los mandatos del género.
“Yo sentí de que no, de que cuando, yo tengo uso de razón que iba con mi mamá pa’ todos lados, me comportaba como muy caballero y cuando te dicen el caballero es muy…..cachai, muy tranquilito (…) en ese tiempo los tíos, los abuelos, te decían así po’h cachai. Es muy señorita pa’ sus cosas, no anda como los otros (…) y yo igual así como pollito y todo el cuento y metido en la conversa de los grandes, y escuchando, pero nunca así como salir a…porque igual te decían “¡anda a jugar a la pelota cabro de mierda!” no y yo, no si estoy bien aquí, así como, cachai. Pero nunca, por eso yo pensaba no como….mi mamá igual me aportaba igual en el tema de que  “hijo ven a ayudarme a hacer esto” cachai, porque igual le gustaba que también trabajara, pero de que me vaya a jugar a la pelota no, o a los volantines, las bolitas nunca, cachai, no, no, no me llamaba mucho la atención. Me quedaba, prefiero cocinar con mi mamá que ir a jugar a la pelota po’h, no que atroz. O cuando se pintaba mi mamá, se arreglaba, se ponía la ropa, prefería ver eso yo, que a mi papá poniéndose...Y siempre me llamaban también a jugar a los volantines, “¡ay que ven a jugar a la pelota!”, yo no (risas), así como prefería jugar a las muñecas también que, que igual cuando peleaba con mis hermanas por las muñecas, porque las muñecas eran más bonitas que mis cosas que me regalaban. Por eso. Por eso yo digo que de hacerse imposible”
“(…) ellas eran menores que yo e igual así como que no les gustaba el tema de jugar a la pelo… de  jugar a la muñeca, les gustaba más jugar a la pelota y hacer juegos bruscos con los hombres cachai, se ponían entre medio de mis amigos y eso era lo que les molestaba de que yo tenía que ser como más dife…. eh, cómo ¿a ver?, más llamativo en el tema de que yo me producía más y ellas no cachai, era muy así  como que yo me tomaba mi tiempo en la hora de bañarse, vestirme, arreglarme, ellas no po´h, ellas se ponían lo que querían no más,  yo era muy así, era como muy cuico.”
“(…) desde chico igual así como que hubo un poco de que, no que  tú eres más lindo tú, eres más feo, pero pasaba de que ellas tenían que jugar más a la pelota y yo al tema  de las muñecas poh”
 “Eso, eso, no  al contrario jugaba a todos, porque antes todos los juegos de hombres eran de hombres cachai (…)”
El que Daniela no se adecuara a las normativas del juego, haciendo suyos juguetes y juegos destinados a sus hermanas, aparece como un primer elemento tensionador en la relación con ellas, la que más tarde se intensificará y trasladará a ámbitos como las relaciones de pareja, generándose respecto de sus hermanas una relación de envidia, rivalidad y competencia por ocupar un lugar, el que en su infancia encuentra su significación en la diferencia. 
En el relato de Daniela queda evidenciada la percepción por parte de ella de rígidas expectativas de rol de género, el que plantea de forma excluyente comportamientos apropiados para hombres y mujeres. La expresión de esta rigidez se manifiesta en las recriminaciones y cuestionamientos que recibe por parte de su familia, quienes la instan a realizar actividades más acordes a sus pares hombres -  masculinos.
Desde su experiencia, Daniela sugiere que un niño, ante la reacción  adversa de su medio, puede comenzar a creer que al practicar actividades que no están prescritas para varones, como jugar a las muñecas, que algo en él está mal, errado, defectuoso.
 “(…) en los tiempos de que tú vienes conociendo esta onda de…ser trans, ser gay o ser lésbica, porque antiguamente esas cosas no se veían, pero ahora yo lo veo así como que pa’  mí ahora esto es normal, antes no se veía esto, porque  ahora por decir tú le contai a un chico desde ¿a ver? desde la edad de ahora a la edad antigua nunca jugaban  al tema de las muñecas como ahora.” 
“(…) Igual juegan a otras cosas, independiente de que ya empiezan a ser gay o ser trans pero igual tienen el tema como de defecto, pero no me gustaría que los chicos pensaran “ah porque tú jugaste a las muñecas fuiste maricón”, no.”  
No obstante lo anterior, pareciera señalar además que el sólo ejercicio de determinadas prácticas no se constituye en el único elemento determinante en la construcción identitaria, aún cuando pareciera generar fuertes repercusiones negativas en la autoestima y relación con los otros.
En esta vivencia de defecto, de ajenidad, resulta complejo significar las diversas vivencias que se van experimentando:
“¿A ver?, antes, ahora es como decir pucha, hay tanto tema de en la tele que muestran al tiro la diferencia de ser gay, lésbica y ser trans y ser hetero cachai, y al tiro el tema del sexo y así el chico empieza ya a captar, pero antes prácticamente uno tenía que diferenciar que es lo que  éramos nosotros o que…. si era un chico que se ponía la ropa de la mamá ya era un maricón tal por cual, pero no…. no en el sentido así cómo uno lo quería sentir como ahora, era como un palabreo más cachai, “ay que va a salir aquí”  era como un garabateo e pero igual así como “no que no tení que ser así “, cosas así.”
Hoy Daniela percibe una mayor socialización y visibilidad de grupos de diversidad sexual en ámbitos más masivos, cotidianos  y públicos como la televisión, a diferencia de lo que ella tuvo que enfrentar en su infancia de forma solitaria, sin mayores referentes, y en que más allá de las recriminaciones por determinadas actitudes no había nada que facilitara la estructuración de lo que resultaba confuso y desconocido. 
“Yo me sentía distinta, pero igual así como más llamativa. El tema de que igual los gestos femeninos cachai, era como  que igual como que los chicos te iban a querer más.(…) como que ellos nunca me aislaron me hicieron sentir más del grupo nunca me aislaron de (…) pucha yo era por decir, era como que yo estaba en un altar porque igual me sentía como más aga… a ….como es la palabra cuando uno es, es abanica por tantos hombres siendo que hay hartas  mujeres, y son más bonitas que tú, eso era como que yo me sentía así”
 “Porque igual yo no pensé así como gay, no pensé así como trans. (…) eh, nunca pensé tampoco de que yo podía ser trans, como trans. Yo pensaba no más de que era un gay fuerte, y un colita fuerte, un maricón que tantos dicen, y  que iba a sentir….y que iba a pensar como mujer eso  era el tema que yo tenía, y que yo me iba a vestir hombre y que puta iba a andar muy afeminado, ese era así  lo pensaba.
Si bien Daniela durante su infancia no posee claridad respecto de una definición de sí misma desde un género en particular, lo que sí es claro para ella es el sentimiento de diferencia con relación a sus pares, de ajenidad, aún cuando podía reconocer una mayor cercanía a los intereses y formas de ser femeninas.


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