martes, 4 de junio de 2013

2.6 Vulnerabilidad en Travestis



            La vulnerabilidad puede ser entendida como la susceptibilidad de sufrir algún ataque, agresión o ser herido. Es la posibilidad de enfrentar situaciones que puedan generar algún tipo de perjuicio en la integridad del sujeto ya sea a nivel físico, psicológico y/o social.

            En el caso de la población travesti, la definición de vulnerabilidad podría ser comprendida de manera literal, puesto que en muchas  ocasiones se ven expuestos a situaciones en las que son agredidos física y verbalmente, experiencias que comienzan a ser más recurrentes en la medida en que va haciéndose más explícita  y visible para otros, su  vivencia genérica. 

            El punto antes señalado, junto al frecuente alejamiento de sus familias y la temprana marginación de diversos espacios de participación social como el colegio, hacen que este grupo se encuentre particularmente expuesto a situaciones de  abuso y maltrato, donde la discriminación y prejuicios existentes, se encuentran a la base de ellas.

En el Informe anual sobre Derechos Humanos en Chile 2005, Hechos del 2004 (2005), se señala que “la discriminación que sufren homosexuales, lesbianas, travestis y transgéneros es una de las más graves y difíciles de erradicar” (Ob. Cit., 2005, p. 337). Uno de los obstáculos que se reconoce para ello, tendría relación con que los grupos de diversidad sexual aparecen ligados a un tema de moral, y a conceptualizaciones sobre lo que es la sexualidad y el deber ser respecto de ésta, por lo que se llega a una visión estigmatizadora de los mismos que perpetua los discursos existentes.

Por otra parte, el alejamiento temprano del sistema educativo dificulta sus posibilidades de ubicarse en lugares de trabajo lo que los conduce a realidades económicas deficientes, volviendo aún más extrema su situación de marginalidad social y económica, configurándose entonces el trabajo sexual como fuente de ingresos y en muchas ocasiones en el único espacio de participación pública.

Respecto del trabajo sexual, el predominio en Chile de una visión voluntarista del mismo, en donde se supone la participación de la voluntad de las personas en la elección del ejercicio de la prostitución, permite desconocer las condicionantes económicas, socioculturales, sexuales y psicológicas  que en muchas ocasiones se encuentran en la base del ejercicio de este oficio. (Biblioteca Congreso Nacional, 2005)

La clandestinidad en la que suele llevarse a cabo, la vuelve una actividad con escasa protección laboral, para la cual no hay contratos, beneficios o seguros sociales, tampoco existen sindicatos para exigirlos, puesto que no es una actividad legal.

Si bien es posible reconocer muchas voces en contra de la prostitución, existen pocas para otorgar una real salida a ésta. La prostitución, en el caso de las travestis, aparece como respuesta a un sistema incapaz de otorgar otras posibilidades laborales a un grupo que suele ser excluido de éstas.

            En el área afectiva y de pareja en tanto, la situación no es más estable, ya que el miedo a la discriminación hace que sus relaciones de pareja sean vividas en secreto o mantengan relaciones paralelas, ya sea por dificultades en el proceso de auto aceptación, o de socialización de su condición, lo que junto a la existencia de un alto nivel de rotación de parejas, aumenta de manera exponencial el riesgo a adquirir enfermedades de transmisión de sexual, dentro de ellas el VIH – SIDA, tema este último, que se ha abordado de forma más sistemática en el trabajo de vulnerabilidad en la población travesti.

En el marco del VIH – SIDA, la vulnerabilidad aparece como “… el grupo de acciones y/o situaciones identificables, visibles, específicas y concretas relacionadas con la posibilidad de transmisión o adquisición  de la infección por VIH, que involucran por lo menos a dos personas, una de las cuales se encuentra infectada por el VIH” (ONUSIDA, 2006, p. 2)

            Para evaluar  la vulnerabilidad se han de tener en consideración diversos factores que se relacionan entre sí, distinguiéndose factores tanto del ámbito personal como social.  Dentro del primero de ellos se distinguen los factores psicológicos, ubicándose en lo social aspectos culturales, demográficos, políticos, socioeconómicos, epidemiológicos, médicos, de derechos humanos y legales de la sociedad.

            La lectura de la vulnerabilidad se debe realizar considerando la interrelación de estos factores, siendo la combinación de ellos la que marcará de alguna manera el grado de vulnerabilidad de las personas al VIH - SIDA, y por lo tanto, cuán susceptibles se encuentren al contagio de éste o de otras enfermedades de transmisión sexual. (ONUSIDA, 2006)

            Desde esta perspectiva, si bien se podría reconocer en todas las personas algún grado de vulnerabilidad, es posible hallar sectores de la población en los que ésta puede resultar más significativa por la forma en la que se presentan los diversos factores antes expuestos, identificándose éstos como grupos vulnerables, puesto que se encontrarían menos preparados para asumir la prevención.
En una investigación realizada por el Movimiento Unificado de Minorías Sexuales, ([MUMS], 2002) se señala a los travestis como una población altamente vulnerable, y fuertemente marginada en lo social, por factores como su orientación sexual, expresión de género y el ejercicio del trabajo sexual como forma de sobrevivencia. A partir de este estudio se establecen algunos de los factores que aumentan su grado de vulnerabilidad y riesgo, los que tendrían relación con la situación de pobreza y marginalidad social en la que se encuentran, sumado a factores como el consumo de alcohol y drogas, que los vuelven menos eficientes en sus esfuerzos por tomar medidas de auto - cuidado cuando establecen  algún contacto sexual.

Por otra parte, las posibles detenciones que podrían sufrir, y su traslado a centros penitenciarios, los expondrían a posibles abusos por parte de los internos, en un contexto en que no se hallan los recursos para tomar medidas preventivas. Se identificó además, una relación poco fluida con los Servicios de Salud, producto del temor a la discriminación que podrían sufrir en ellos.

Al respecto, Claudia Rodríguez (2008) manifiesta que aún hoy es posible palpar esta situación con relación a los consultorios, respecto a ello señala:

“…lo que pasaba era de que…o pasa todavía, de que, tú en las noches puedes ver las pinturas, maravillosas, pero después cuando se ven en la necesidad de ir al consultorio van vestidos de hombre, y se tapan sus siliconas, esconden, se masculinizan, ¿ya? Se toman el pelo, no llevan maquillaje, para que no te echen, por travesti, o por ofensas a la moral y las buenas costumbres[1].” (C., Rodríguez, comunicación personal, 09 Abril, 2008)
Ante este escenario, el reconocimiento de sus realidades y respeto hacia éstas, se enmarca en lo que Claudia denomina la conquista de derecho de la población trans, en la que el hecho de ir al consultorio y ser llamada como Daniela, como Karina, implica para ellas una señal de legitimación. Sin embargo el temor a ser discriminada, las entrampa muchas veces en un círculo vicioso de marginación y exclusión.  Manifestaciones de ello incluyen el dejar de asistir, evitar ciertos espacios, o presentarse con una apariencia masculina durante el día o ante determinados contextos, lo cual puede ser leído como una auto discriminación,  la cual surge frente al temor al rechazo de los otros, situación que dificulta la generación de una negociación más optima, persistente y fuerte con el sistema, que les permita y otorgue mayores espacios de participación pública. Junto a estas experiencias es posible identificar la emergencia de sentimientos de angustia, ansiedad, rabia y frustración, no sólo respecto de los otros, sino que también respecto de sí mismo, ante la dificultad de asumir y expresar de manera permanente su vivencia genérica.

En el campo de las políticas públicas de salud, en el año 2000 se comienza a realizar un trabajo de manera diferenciada con la población travesti. Antes de ello, se aplicaba  a este grupo las mismas medidas que se proponían para la población homosexual y bisexual, producto de la inexistencia de un diagnóstico y caracterización epidemiológica y social de este grupo, respondiéndose a sus necesidades de manera más bien adyacente. Los travestis eran considerados homosexuales disfrazados de mujer, perspectiva bajo la cual no cabía el otorgamiento de un tratamiento diferencial para ellos.

            En ese contexto, el trabajo realizado por organizaciones de diversidad sexual, contribuyó al señalamiento de otras realidades que poseían requerimientos particulares y que por lo tanto demandaban un abordaje y respuestas acordes a su situación y contexto.

            La metodología que adopta el Ministerio de Salud para el trabajo con la población travesti, es a través de la identificación de líderes dentro de los grupos de travestis que ejercen trabajo sexual en la calle, siendo ellas las encargadas de transmitir a sus compañeras los beneficios y servicios a los que pueden acceder. A partir de este trabajo se comienzan a conformar diversas organizaciones, como Traves Chile, o Traves Navia, convirtiéndose en foco de trabajo del Ministerio el fortalecimiento de estas instancias de participación, con las que se busca construir un nexo que permita vehiculizar tanto las políticas ministeriales, como las necesidades de grupos que antes quedaban a la deriva.

Actualmente el fortalecimiento de distintas organizaciones de diversidad sexual y ONG, como Red O. S. S[2],  han permitido dar continuidad al trabajo de prevención, por medio de la creación de folleteria, investigaciones, difusión a través de internet o publicaciones de libros. No obstante lo anterior, aún resultan escasos los recursos económicos que permitan dar curso a diversas iniciativas en este ámbito.

            El trabajo de los organismos gubernamentales ha estado enfocado principalmente hacia la implementación de medidas preventivas y de la entrega de información respecto del VIH SIDA, perdiendo de vista, como plantea Claudia Rodríguez (comunicación personal, 15 Marzo, 2005), otra  situación que vuelve particularmente vulnerable a la población travesti, y que suele exponerlos a permanentes situaciones de riesgo. Ésta tiene relación con las metodologías utilizadas para la transformación del cuerpo, las que generalmente son llevadas a cabo  a través de intervenciones que suelen ser realizadas por pares, que no poseen mayor experiencia  que aquellos procedimientos que han llevado a cabo con anterioridad.  Muchas de las intervenciones se realizan de manera artesanal, inyectándose en ocasiones sustancias absolutamente nocivas para el organismo, las que pueden ocasionar incluso la muerte de quienes las utilizan. Por otra parte, la hormonización, que consiste en el consumo de hormonas femeninas, con la finalidad de generar cambios en su cuerpo que les permitan  entre otras cosas disminuir vellos, o ensanchar las caderas, suele iniciarse ingiriendo un número y tipo de hormonas “recetadas”  por otras travestis y su consumo es modificado según criterio personal.

En la ocurrencia de este fenómeno es posible reconocer la participación de factores económicos que limitan su acceso a espacios que otorguen garantía de salubridad y calidad en los procedimientos a los que se someten, además de una focalización casi exclusiva en el trabajo de vulnerabilidad y prevención de VIH – SIDA, desconociendo otros aspectos de la vivencia trans. Ante este escenario, las pares aparecen como entes validadores y validados para asesorar el proceso de construcción que las travestis llevan a cabo. Por otra parte, dentro de la población trans se aprecia cierta resistencia hacia las instancias institucionalizadas de salud, por cuanto no se reconoce en ellas la preparación y capacitación que los faculte en el abordaje de sus demandas.

            Si bien hoy con relación a la población travesti se reconoce la necesidad de políticas públicas de salud que rescaten su particularidad dentro de otros grupos de diversidad sexual, hecho que ha resultado de la permanente lucha de las activistas trans, resulta aún necesario ampliar los espacios de escucha y cambiar la mirada desde aquellos análisis que ponen el énfasis en el autocuidado, hacia la atención sobre aquellas condiciones sociales que hacen que se perpetúe su situación de marginación y vulnerabilidad  física, psicológica y social, en las que el sólo hecho de salir a la calle las pone en riesgo vital.



[1] Hace alusión a la vigencia del Artículo 373 del Código Penal, en el cual se señala: “Los que de cualquier modo ofendieren el pudor o  las  buenas costumbres con hechos de grave escándalo o  trascendencia,  no  comprendidos expresamente en  otros  artículos  de  este  Código,  sufrirán  la  pena  de reclusión menor en sus grados mínimo a medio”. La vigencia de este artículo se utiliza aún como argumento para la detención de personas travestis. www.páginaschile.cl/biblioteca_jurídica_penal/libro_segundo.htm

[2] Red de Orientación en Salud Social. Prevención, orientación y apoyo médico en VIH – SIDA y enfermedades de transmisión sexual. Surge en el año 1991.

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