En la
constitución de la identidad travesti el cuerpo aparece como una materia a
modelar. En ello resulta un elemento crucial el hecho que, para que las
identidades genéricas sean inteligibles a la matriz heterosexual que regula los
cuerpos y los deseos en la vida social occidental, se requiere que los géneros guarden cierta coherencia y
contigüidad con los cuerpos sexuados. (Fernández, J., 2004, p.168)
“El
tema de la cara, el rasgo cachai como que muy mujer. El tema de la voz también,
cuando por decir a veces en mi casa estoy
2 días, 3 días, y no salgo de la casa,
estoy con barba, pucha salgo por decir así como escondida con barba, y hablo
como que te quedan mirando raro, cachai como que diciendo uy tiene voz de mina
y anda con barba, cachai. Así como que, qué huea?, porque bueno hoy en día
también hay colitas que andan en esa onda,
que tienen la voz así pero no es tanto como la mía, mi voz es más fina
que la de... la de los otros, y el
físico, igual como que, que el otro
puede andar de lo más hombre y la voz fina y no lo van a mirar. A mí pasa que
yo tengo el físico acá, chico y todo el
cuento, igual me van a mirar, pasa que yo soy la rara…”
Para acceder al género femenino en la
sociedad occidental hay que “parecer”
mujer, hay que presentarse ante la mirada social como tal. Desde este enfoque, las intervenciones que
puedan realizar los sujetos travestis para asemejar su apariencia, sus cuerpos,
ya sea a una figura femenina o masculina, se convierten en un referente de
valor, tanto en la relación con sus pares, como con el resto de la sociedad.
En este
sentido, la anatomía resulta una fuerza determinante en la constitución del
género, fuerza reconocida y vivenciada como una limitante permanente en su
proceso de construcción, fuerza que cotidianamente los reconduce hacia aquellos
rasgos que los delatan.
Con
excepción del pene que no se quitan, pero que si ocultan, atenderán a todas las
demás superficies visibles, buscando borrar los marcadores propios del sexo
masculino, a lo que sumarán el vestido, los adornos, los gestos. Butler (1990,
citado en Fernández, J., 2004), plantea que con ello promoverán un género que
alude a un conjunto de actos estilizados que darán la apariencia de una esencia
femenina. Es así como el travestismo se
encontraría en un camino que va del sexo al género, sin despegarse, pero
tampoco adhiriendo completamente a ninguno de los dos. Las travestis se
presentan como sujetos nómades, en
tránsito hacia un género, pero que, en tanto éste sea la insignia de la
diferencia sexual, nunca lo alcanzarán completamente, no serán sino rehenes del
mismo. Puesto que la lógica del género se sostiene en una estructuración de éstos
en un sistema binario excluyente, quienes no se adecúen a él, carecen de lugar
y quedan ubicados en la categoría de los no sujetos.
De este
modo, más allá de las intervenciones que se realicen sobre su cuerpo, este
sigue teniendo el peso de la marca del nacimiento, identidad que no puede
romper con la marca genérico – sexual signada al nacer, y que en su
construcción se levanta como un límite infranqueable.
“(…)
Porque como he estudiado de que dicen de que una cuando uno se opera igual va a
ser un hombre, cachai porque la identidad, tú naciste como hombre, tú tení
hormonas de hombre, aunque te construyai como tú querai vay a ser siempre un
hombre (…)”
“(…)
Yo no. Yo empecé de otra onda, y porque uno nace, bueno siempre me han dicho
que uno nace, no que se hace, es como que, yo pensaba que yo me hacía (risas),
en el tema de construirse, pero no po’h (…)”
“Construyéndose, es el tema del cuerpo, así como si tú quieres tener
hormonas o te estás construyendo con el tema de pasar por cirugía pasar por
clínica, esa es construcción. De hacerte por decir una…un…el tema de las tetas,
del pene, de ponerte vagina o de ponerte una nariz cachai, que sea a tú gusto o
el tema de las orejas cachai, esas son…es construcción. Esos son construcción,
el tema de construirse con hormonas, solamente es tener tetas y nada más.”
Ormeño
(2007) sostiene que nunca podrán llegar a ser hombres o mujeres, por cuanto
para ello se precisa haber nacido en un cuerpo varón o hembra, y poseer una
visión heterosexista que fomente los comportamientos reproductivos. Bajo esta
perspectiva, la autora señala que estos sujetos quedan situados en la
disyuntiva del ser o no ser, en tanto bajo el prisma occidental se es en cuanto
se posee, y no en cuanto se siente, lo que queda en evidencia en los relatos de
Daniela.
No obstante
lo anterior, en la representación travesti, los límites que la anatomía impone
parecen perder fuerza en la complicidad que la oscuridad de la noche otorga,
volviendo como plantea Facuse (1998) más efectiva la tarea de camuflaje y
mímesis.
“No
todas siempre estamos producidas, pero cuando una quiere hacerse la sesión de
la cara, tiene que igual a veces dejarse la sesión pucha, estar poco
producidas, aunque estén con tetas o no, cachai, igual tienen que…porque la cara siempre se va a notar, y
aunque tomí hormonas igual, porque igual están a veces con las pinzas y todo el
cuento, pero yo no, yo igual estoy con el tema de la presto barba y la sesión
de la depilación igual. Y eso pasa con las trans que quieren estar producidas o
no, igual van a tener que hacerse,
porque el cuerpo es un hombre, cachai, y del cuerpo de un hombre siempre va a
ser con vellos. Por eso digo la trans que quiera hacerse la muy mujer, a ver,
porque hoy en día la mujer también a veces anda con vellos, pero no tanto como
el hombre, que al hombre se les nota más, y es por eso que digo, no las mujeres
trans andan como muy escondidas en el tema del día, por eso siempre salen de
noche y porque de noche todos los gatos son todos negros, cachai (risas). Y es
porque igual a veces de día andan como ellas quieren vestirse y de noche poder
arreglarse y ponerse maquillaje. Porque yo igual siento que en el día a veces a
mí también se me nota el tema del maquillaje, el tema de la barba, pero me
dicen que no, pero yo sé que igual a veces se me nota, por el tema de que igual
cuando tú te maquillas muy rápido cachai, porque hay algunas que están como
horas, horas y horas en el maquillaje, yo no po’h. También por el tema de la
voz y el tema de la cara, por eso yo creo que las chicas, las trans en la noche
salen mucho y de día no salen, y cuando quieren así como producirse, pucha
llevan horas cachai, igual complicado.”
Priur
(1997, citado en Facuse, M., 1998) sostiene que para las travestis los cuerpos
funcionan como símbolo de estatus, el cual se logra luego de un largo trabajo y
a costa de numerosas privaciones. Este aparece además como una inversión, como
un capital a invertir en el ejercicio de la prostitución, y que en tanto
símbolo de estatus es una extensión de ellos mismos. Para la autora que el
cuerpo pasa de ser un estatus atribuido, a ser un estatus adquirido.
Aún
siendo las intervenciones corporales un tema primordial, muchos ven limitadas
sus posibilidades de acceder a ellas. Puesto que sus condiciones de vida ya son
precarias, el invertir recursos en ello significa una merma importante en su
calidad de vida, apareciendo entonces como alternativa para realizar los
cambios deseados instancias informales, situación que las ubica en escenarios
de franca vulnerabilidad.
“Y
que cosa crees tú que las hace dar el paso y que terminan operándose. Por
ser pa’ competir con la otra no más. ¿Con las otras quienes? Con
las otras traves. Porque la otra se operó, la otra quiere ser mejor que ella y
se tiene que operar, y la tercera que quiere superar a las otras dos y así va”.
“Acá
el tema es así. El tema del travesti, del transformismo, el de la transexual,
de la transgénero es así. Si tú tienes….el tema de que si tú te operas vai a
pasar por el tema de que pucha vai a ser regia, estupenda y si viene otra que
pucha uy te envidio y que aquí allá, ya mañana aparece por decir opera. Y va a
ser mejor que la otra. El tema también pasa con el tema del tono del pelo, ay que la otra tiene el pelo más bonito rubio
y que todas son así. Y por eso pasa, aquí es todo un tema de validez, de porque
tú estás opera cachai yo quiero competir contigo. Así que por eso pasa en ese
sentido de que si tú te operas vai a tener que
ser mejor que la otra (…)”.
“Pero
no y eso, estamos viendo el tema y preocupándonos más de que sea todo gratis,
el tema de salud, de identidad cachai, porque igual es complicado porque las
trans femeninas dependemos solamente del comercio, cachai, y pa’ operarse tení
que tener cierta cantidad, que cierta cantidad que no te apta para vivir y para
tener pa’ la operación. Yo por eso no me he operado, porque…”
“...A
mí mis compañeras me han dicho ¿por qué no te operai? Prefiero alimentarme, eh
que estar eh, eh pagando arriendo, viviendo bien, que estar cachai….porque
todas las otras están igual regias y todo el cuento, pero están caga de hambre.
Porque igual así como que viven, pucha no con… todas pagan arriendo, pero igual
así como muy…”
Es así como comienza el
proceso de construcción que generalmente tiene como paso inicial la ingesta de
hormonas, a las que se llega por medio
de la recomendación que entregan las pares, en relación tanto al tipo de
hormonas a ingerir, como a la cantidad necesaria para obtener los resultados
deseados, aún cuando en ocasiones no se tenga real consciencia de los efectos
que estas podrían tener en el organismo.
“(…) son hormonas pa, pa que el hombre se
ponga más mujer! Cachai, y no, no. Hasta el día de hoy ya empecé a cachar
también de que si tú tení que tomar hormonas eran pa tener más aguda o grave
como el tema de voz, pal tema de apariencia y todo ese cuento. Antes no, antes
yo tomaba no más y yo quería ser yo nomás, cachai, no quería que me dijeran ay
no tomí más. No, quería ser yo no más. Pero después deje de tomar, porque igual
me veía que yo estaba empezando a engordar, tomaba por decir una no más a la
semana, porque me veía que, lo único que me decían te vai a poner gorda, como
que te asustaban cachai. Eso no más a aparte de no tomar como ellas tomaban.”
En el proceso de
transformación de su apariencia, el hombre aparece como el referente respecto
del cual hay que diferenciarse, y el que, en cuanto objeto de deseo, aparecerá
como figura importante en el reconocimiento de la imagen femenina que se busca
alcanzar.
“(…)
yo me empecé a dejar crecer el pelo, empecé a consultarle a mis otras amigas
que eran traves también que eran...eh que vivían a la vuelta de mi casa, que
podía hacer yo para tener por decir pechos, eh quien me podían encerar la cara
(…) yo le decía a él y ¿“que te parece que si yo empiece a tomar hormonas?, me
deje crecer el pelo, y empiece a ser mujer (…) Un día X por decir tomé, me
cambié ropa ya por decir ahí estaba con el pelo hasta ahí, me solté el pelo
cachai, me hice no sé me compré las pinturas me empecé a pintar, eh porque
independiente de que no sabía, sabía, yo ya sabía cómo era el tema del
maquillaje y un día pucha él llega y me dice…y yo le dije ”hola cómo estai”,
vestía de mina po´h, me había comprado sostén también y me había puesto
relleno, y después yo empecé después a tomar hormonas y todo ese cuento, y me
dijo “¿y vai a salir así?” sí, voy a salir así. Y salí así, y salí aunque me
gritaron todo lo que me gritaron, después dije, aunque tenga el cuerpo o no
tenga el cuerpo igual voy a ser lo que quiera ser. Salimos, me gritaron, pero mis
amigas traves que ya estaban también en el proceso y que estaban ya
avanzadas igual me gritaron cosas ay que aquí allá…pero igual me gritaron que
yo me veía mejor que ellas, cachai
porque igual era, pero me sentí igual super bien después porque andaba
podía andar de la mano, porque podía pucha besuquearme con él en la calle…y
cambió po´h.”
Daniela realiza una separación
de lo que es su deseo respecto de la posesión o no de aquellos referentes
físicos de lo femenino, en este sentido, la feminidad aparece afirmada más como
una práctica vital que como una apariencia. El ser mujer tiene que ver más con
algo del orden del deseo y que se desmarca
de la genitalidad.
En la línea de lo antes
expuesto, Ormeño (2007) manifiesta que con relación al cuerpo se presenta una
especie de negación, de escisión con el cuerpo biológico. De este modo, a lo
largo de su proceso de construcción de identidad de género, deben construir una
imagen de sí mismas en base a los roles de géneros que defienden.
“Pa’ mí no. Porque
el que quiere ser más mujer, va a ser mujer como sea. Acá tenemos chicos que
son más mujer que yo cachai. Porque yo digo, hay algunos que yo les digo
ustedes andan como más mina, porque tú las vei en la calle parecen más mina que
yo cachai. Pero pasa eso independiente de que no cocinen o no. Pero pasa eso de
que, si tú caminas más como si estuvieras en una pasarela vas a ser más mina,
porque pasa eso de que la mina tiene que ser más perfecta y el mino no. Pero
no, yo me siento más como más…de las dos formas, porque si yo quiero un día de
estos, por decir, me puedo cortarme el
pelo y dejar de crecerme las uñas, y más por el tema de la voz también, yo
no…tengo la misma voz, nunca voy a cambiar la voz, eh de cambiar el físico
tampoco lo voy a poder cambiar, si quisiera cambiarlo como traves sí pero no,
me siento como tal, no me siento diferente, me siento diferente en el tema de
pensar no más, pensar distinto y pensar que hay….”
“Bueno
de pasar con mi cuerpo, de que ya te sentías más mujer, siendo de que estabas
con una persona hombre tú tenías sentir, que hacer el papel de mujer, el rol de
mujer cachai. De estar de asesora del hogar, pucha de criar a tus sobrinos
cachai, era como que teníai que hacer el papel de mujer y estar cómodamente
bien tú, que las otras personas como te vieran.”
En la imagen de mujer que
presenta Daniela se encuentran mezclados aspectos tanto corporales como de rol,
pudiendo apreciarse un modelo bastante tradicional, con una casi completa
circunscripción femenina al espacio doméstico y una realización en él.
La lógica binaria de los
géneros y la heteronormatividad imperantes, aparecen incidiendo fuertemente en
el proceso de construcción de Daniela, para ella la posibilidad de presentarse
con una apariencia femenina le permitirá establecer con menores
cuestionamientos - tanto propios, como de los demás - una relación de pareja
con otro hombre. En ello es posible
visualizar el intento permanente de Daniela por reproducir en sus relaciones de
pareja un modelo más bien tradicional, en un intento de integración
social.
“Pasó
mira, que lo que pasa es que después en ese tiempo yo ya estuve con mi pareja,
que ahí estaba en ese tiempo ya
así como muy…ese fue el tema de pareja así como muy, me encontré con mi pareja
y yo veía de que él se podría sentir mal en el tema de que ¿eh? ver dos hombres
era como que yo no podía verme así como de ay no sé…“
“Pero
yo me decía no, no puede ser, porque era para que a él no lo molestara su
familia y todo el cuento (…)”
Para su construcción Daniela
toma como referente a sus pares, pero también la imagen estereotipada y parcial
de lo femenino que entrega la televisión. Una lectura posible a ello tiene
relación con la posibilidad de encarnar la imagen de una figura que es admirada
y en tanto se encarna esta figura es posible llegar a acceder a sus mismos
derechos y aparecer como figura deseada por los otros, admirada, aceptada, en
una especie de mímesis con ella.
“yo
antes veía el tema de Mekano, que veía que todas se hacían el tema de cuerpo
cirugía y…y esa cuestión que veía que se ponían más tetas y yo decía, algún día
voy a hacer eso, pero no tampoco lo veía ay, como de ¡ay ya hagámoslo.! Lo veía
de que, igual había sufrimiento, de que nunca tenían el rol como de una dueña
de casa cachai, lo veía así como muy complicado. Por eso.”
“A sí po´h igual los pensamientos, igual esa
onda querías ser más que la que estabas
viendo en la tele cachai, querías tener pechugas, querías tener pucha, lo que
las minas mostraban po´h, pero no, no me acomplejaba porque tenía pene, solamente
me acomplejaba porque quería tener más silicona, más, más implante, más
hormona, cachai, eso. No me vía así como, que oy no quiero…yo decía, yo tengo
que tener más y tomaba más hormonas”
Claudia
Rodríguez (comunicación personal, 09 Abril, 2008), activista trans, quien se
encuentra trabajando en organizaciones de diversidad sexual desde el año 1992,
plantea que con relación a las transformaciones corporales de la población
trans es posible establecer una suerte de historización. Por mucho tiempo en
las construcciones que llevaban a cabo los sujetos trans era posible distinguir
un modelo que se repetía, que correspondía a aquello que se elaboraba en torno
al discurso médico psiquiátrico con relación a buscar aquello que representaba
una especie de perfección femenina, que se encontraba muy ligada a lo que
mostraba la televisión, y el cine. Los sujetos trans buscaban repetir estas
imágenes en un afán por encontrar y responder a lo que decían los psiquiatras
que era lo auténticamente femenino transexual, que era aquello que la
transexual debía buscar para legitimarse como mujer. Manifiesta que la imagen
que se recogía del cine eran “las cinturas, las tetas, el poto” y en torno a
eso la población trans femenina iba realizando las transformaciones corporales, sin embargo, Claudia acota que también hubo
algunas que hicieron otras reflexiones,
o percibieron, o negociaron de una manera distinta con su medio ambiente,
emergiendo expresiones distintas.
Es así como es posible
reconocer una multiplicidad de expresiones en la forma de construcción de esta
imagen femenina en lo trans, no obstante que por mucho tiempo la imagen de esta
población ha sido asociada a una figura exuberante, llamativa, voluptuosa,
extrovertida, agresiva en ocasiones, una expresión más bien caricaturesca,
concepciones que podrían entenderse en el marco de un estereotipo con relación
a lo trans. Sin embargo, el surgimiento de las organizaciones de diversidad
sexual ha permitido visibilizar otras alternativas de expresión, de
construcción, las que no obstante para la mayor parte de la población no son
asimilables a lo trans. Esto no hace sino reafirmar la fuerza con que el
estereotipo opera en las concepciones que se poseen respecto al tema, producto
principalmente del desconocimiento en torno a la realidad trans.
Se podría
plantear que las raíces de este estereotipo se pueden hallar en las expresiones
trans de hace 10 ó 15 años, en donde el proceso de construcción que llevaban a
cabo era mucho más solitario, eran sujetos que no realizaban hormonización, lo
que hacía que por ejemplo tuviesen que ocupar mayores cantidades de maquillaje
en un intento por ocultar aquellos aspectos masculinizantes. Por otra parte, el
acceso a cirugías era más escaso y por lo tanto sus intentos por tener una
apariencia más femenina resultaban menos eficaces, generando imágenes más bien
caricaturescas, que entre las mismas trans generaban temor al momento de
comenzar su proceso de construcción, y que producto de la falta de asistencia
profesional las exponían a altos riesgos en su salud.
En los
relatos de Daniela es posible apreciar una distancia respecto de esa imagen
caricaturesca y exagerada, como ella la llama, que ve en otras travestis.
“pero
pucha porque no veí en la tele o los comentarios que han hablado que las
travestis” (…) justo a donde él
trabajaba, habían dos chicas, tres chicas que se ponían afuera de donde
él trabajaba y me decía uy, y me contaba así como bien, no me contaba así como
“ay las tal por cual”, no, porque él sabía que estaba con una chica igual que
ellas. Me decía pero “Uy Dani a las chiquillas, a estas chiquillas si son tan
aquí, si se vestían tan exageras pero igual así como, y les iba super bien me
decía”.
“(…)
porque igual me dijo así, estai bien. Pero él pensaba, yo pensé que te ibas a
verte como esas que veo por ahí po’h me dijo. Qué te pasa le dije yo así
(risas) (…)”
Hoy gracias
a las organizaciones de diversidad sexual ha sido posible conocer otras
expresiones trans y comenzar una lucha por legitimarse en la diferencia.
Llegar a este punto significa conciliar (se), e implica
un arduo trabajo de reflexión en torno a los condicionantes que operan y a los
cuales se intenta responder en la relación con los otros, en nuestro intento
por participar de la sociedad, por alcanzar el sentimiento de pertenencia.
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